jueves, 14 de julio de 2011

Como vivir sin gas, la aventura de los locos.

Ingresar en el hall del pabellón central del Hospital de Salud Mental "J. T. Borda" implica, casi por obligación, alterar una rutina casi habitual: alejarse del frío helado de la calle para resguardarse en un lugar más acogedor. El abrigo y las manos permanecen necesariamente en su lugar. Parece ser la única manera de mantener la temperatura del cuerpo, aunque a los pocos minutos los pies y la cara empiezan a dar claras señales de lo difícil que se vuelve convivir así, en un hospital que permanece sin gas hace casi más de tres meses .

Es "su gente" la que logra apañar, por momentos, la frialdad que emanan los pasillos y las distintas dependencias que integran el inmenso predio que ocupa este centro de salud mental.

"¿Tenés una moneda? Quiero hablar con mi familia" , me dice uno de los pacientes con la mirada algo perdida, mientras avanzamos con Rolando, empleado del Departameno de Relaciones Institucionales del Borda y nuestro guía, en la recorrida por las instalaciones. Niego con la cabeza y le pido disculpas por no traer la billetera conmigo.

Enseguida, otro interno, más joven, de unos 30 años y profundos ojos azules, se acerca acompañado. Dice ser cineasta y demuestra tener una gran pasión por la cámara que registrará minutos más tarde el olvido al que fue desplazado este lugar.

Más allá de lo evidente, que suele incluir el pedido de dinero -para hablar por teléfono o para comprar cigarrillos- o de la hora, se advierte en varios de ellos el deseo de acercarse por el mero contacto. Buscan salir a su modo de ese ritual que se traduce en hacer siempre lo mismo, ver las mismas caras y recibir la misma medicación.

La amplitud del lugar confunde y lleva, por momentos, a no poder dimensionar del todo la desidia que se vive ahí dentro. El Borda es gigante y sus pabellones se encuentran diseminados a lo largo de, por lo menos, una manzana. Son 700 pacientes los que lo transformaron involuntariamente en su hogar. A medida que caminamos, el abandono también parece esparcirse. Al menos, esa es la sensación.

Rolando logra percibirlo y atina a decir, con tristeza: "Me parece increíble que lleguemos a este punto. Alguien se tiene que hacer cargo. La gente no puede estar así". Y sigue su rumbo hacia una de las zonas más castigadas del hospital. El problema del gas sólo se encargó de acentuar su condición, según aseguran varios empleados.

Hay sectores afectados hace tiempo. Otros asumen ese estigma eventualmente. La cocina y los baños, sobre todo, sufren los inconvenientes derivados del corte general en la red eléctrica. El plan de contingencia montado por el gobierno porteño no logra subsanar la situación: las térmicas saltan y los paneles eléctricos no consiguen calentar lo suficiente los ambientes.

Vivir sin gas. Estar sin gas en el hospital es vivir literalmente sin gas. Todo demanda más esfuerzo que el habitual. Los desafíos se concentran en mantener caliente la comida que llega en viandas preparadas por una empresa tercerizada y por no demorar el baño porque el agua se enfría enseguida. Sólo se logra duchar a dos pacientes por vez. A veces, incluso, los enfermeros aprovechan el sol de la tarde para bañarlos afuera. Parece un viaje al pasado. Un retroceso a la Edad Media.

"Iba a llegar el día en que todo esto estallara y lo hizo sin gas", destaca Rolando con ironía al tiempo que se avergüenza de la situación. "Uno lo lleva muy adentro. Los pacientes son como mi familia. Me voy a mi casa y lo veo de vuelta al hospital", confiesa intentando explicar la contradicción que se desata internamente, basada en el cariño que tiene por este lugar y la angustia que le genera ver cómo se va desmoronando.

El sentido de pertenencia de este empleado y de otros tantos es muy fuerte. El compromiso, en muchos casos, es total. Se refleja en los deseos de colaborar, defender y cuidar, incluso con lo mínimo, el lugar frente a los persistentes rumores de cierre. También, en la necesidad de llevar tranquilidad ante la desesperación de los pacientes que, con miedo, preguntan: "¿Y dónde voy a vivir ahora?"

Empleados con trastornos. Pero la enfermedad no sólo pasa por el cuerpo de los pacientes. También contagia a los médicos y enfermeros que dedican horas y horas a este hospital que sienten como propio. Los mismos psiquiatras explican que, en los últimos años, detectaron a varios profesionales con depresión, infartos y estrés crónico. Todo pasa "por la impotencia de saber que no hay insumos suficientes, que no pueden ayudar como corresponde o que hay poco personal y el que se va no se lo renueva".

Las carencias generales y la falta de recursos conducen, a veces, hasta situaciones límite, explican los especialistas. No poder suministrar las dosis justas a quien las necesita desespera a los profesionales, que terminan somatizándolo. Así, el 30% de los empleados padece algún trastorno.

Bajar las escaleras y ver la puerta principal genera sensaciones encontradas. Es saber que detrás espera otra realidad, ni mejor ni peor, pero tal vez menos olvidada. Cuesta irse y dejar atrás las historias del Borda. Salir exige dar vuelta la página, forzadamente. Acomodarse es difícil.

Durante horas los recuerdos de los pasillos del hospital, sus carencias y, sobre todo, su gente, se suceden uno tras otro como flashes intermitentes en la cabeza, al igual que como le ocurre a Rolando cuando se acuesta, todos los días desde hace casi 30 años.



Gonza from La Nacion.




A tener en cuenta sobre el Borda
-El Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, conocido comúnmente como el Borda, está ubicado en Doctor Ramón Carrillo 375, barrio de Barracas
-Actualmente, unos 700 pacientes se encuentran internados
-Trabajan unas 1200 personas entre enfermeros, médicos, psicólogos y personal administrativo
-Hace casi tres meses que permanecen sin gas
-Los 32 termotanques eléctricos instalados no alcanzan
-Según el gobierno porteño, está contemplada una puesta en valor integral para el año que viene
-Desde Metrogas, aseguraron que "el hospital sigue funcionando normalmente"
-Los delegados dicen que hay un abandono de las instalaciones
-El director médico del hospital "negó que estuviera abandonado
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